Esta famosa y mítica figura pertenece al pasado, cuando las llanuras se extendían por todo el horizonte, antes de la urbanización, en los siglos XVII, XVIII y XIX. Aunque la relacionamos más con Argentina, también forma parte de la cultura uruguaya y del sur brasileño.
La palabra gaucho tiene su origen en el quechua, una lengua originaria de Los Andes y significa huérfano. Los primeros gauchos eran nómadas, hombres solitarios que recorrían las pampas o llanuras y obtenían de la naturaleza todo lo que necesitaban para sobrevivir. En esa época había ganado y caballos salvajes en abundancia. Cuando se instalaron las rancherías, los gauchos ofrecían sus servicios como jinetes para atrapar el ganado cimarrón que todavía habitaba la pampa.
Eran hábiles con las “boleadoras”, tres piedras ligadas por una cuerda que al lanzarse se enredaban en las patas de las reses. También dominaban el cuchillo, el lazo y sabían como salar la carne. Después de unos días de trabajo y ganar algo de dinero, los gauchos retomaban el camino solitario.
Además de su vestimenta, botas, boina, chiripá (bombacha) y poncho; se acompañaban siempre de boleadoras, lazo, guitarra y el infaltable mate. Con frecuencia se reunían en cantinas improvisando canciones con sus guitarras al calor del vino.
La modernidad, con sus alambrados que delimitaron los territorios, y los gobiernos de la época, que obligaron a la mayoría a participar en las luchas de independencia y en guerras civiles, prácticamente acabaron con los gauchos.
Sin embargo, esta figura prevalece en la identidad argentina y uruguaya; y es motivo de orgullo. Hoy, en Buenos Aires, es fácil encontrar muchas excursiones gauchas, normalmente en ranchos cercanos a la ciudad, con paseos a caballo, demostraciones de habilidades a caballo, parrilladas y vino de garrafa.
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